La primera vez que llegó a mis
oídos la melodía de “Alfonsina y el Mar” sonaba en la radio portátil de mi abuela;
tendría yo apenas diez años y sus notas inundaron la pequeña cocina, tras el capítulo de su radionovela
favorita. A mi corta edad no alcanzaba a entender el duro significado de aquellas hermosas letras, que eran magia
en la voz de Mercedes Sosa. En mi imaginación, yo era quien iba dejando pequeñas huellas en la
arena, mientras paseaba por la orilla. Me imaginaba bailando entre caracolas
marinas, mientras brillantes caballitos de mar trotan a mi alrededor.
El vaivén de la Samba me sigue
emocionando casi cuarenta años después. Cuando las notas danzan a mi alrededor, soy aquella niña que escuchaba radionovelas en un transistor azul. Con el tiempo descubrí que Alfonsina
era una conocida poeta, nacida en Suiza, Argentina de adopción y que la canción
hace referencia a su suicidio en Mar del Plata, Argentina, en 1938.
Hoy, cuando cierro los ojos, es a ella a quien veo bailar. La imagino vestida de blanco, dejando que el agua le moje los pies,
disfrutando del movimiento de las olas que rompen despacio para no entorpecer la calma. Las gotas salpican su falda y la brisa juega con algunos cabellos,
que se le han escapado del sencillo recogido, elaborado antes de salir a su último paseo.
Alfonsina mira al horizonte,
reteniendo en la mente la inmensidad azul del océano. Sus ojos
recorren esa línea perfecta, trazada por una mano mágica, que divide el mar y el cielo.
La imagino componiendo versos en su
mente, emocionada, creando, ofreciendo libertad a cada palabra, como es libre el agua que se escapa de
las manos, sin quererlo. En esta ocasión no hay papel donde anotar los
versos, donde plasmar las emociones que las aguas tranquilas despiertan en su
cabeza. Esta vez, recita en silencio, o quizás en voz alta, sólo para ella y el
mar. Esos versos, los últimos versos, nunca llegarán a los ojos inquietos de sus lectores.
Alfonsina recita…
Desde el silencio le pongo voz a un poema
untado de miel,
unos versos que no escribí antes,
un libro que no has leído nunca.
Todo lo que siento me lo llevo a la nada,
todo lo que puedo viene de mi furia…
No quiero ser una gélida estatua,
ni mirar de lejos el papel en blanco,
quiero ponerle espinas a mi alma
y amanecer entre brazos amantes.
Quiero ser volcán al calor de unos besos,
labios de ceniza, corazón de lava,
dejarme atrapar por otras pasiones
y bañar mi cuerpo en las bravas aguas.
Me marcho sin nada, sin ningún recuerdo,
ni tiempo, ni nombre…
y seré poema, verso, tal vez sueño,
seré estrofa cantada o bella melodía sonando al piano.
Me marcho sin nada
y dejo estos versos en la orilla helada.
Texto y Foto: Carmen Martagón
Adentrándose en el mar, hizo de la espuma de las ola, poemas de sal y cantos de sirenas.
ResponderEliminarPreciosa las letras que rompen contra las rocas el canto callado de más de una Alfonsina y el mar.
Me traspasa tu esencia siempre,...con tus buenos poemas amiga.
Un abrazo marinero y una preciosa foto Carmen