Cosas que me agradan
Siempre he sido de gustos diferentes,
por ejemplo me gusta el café solo y sin azúcar, la playa en pleno
invierno con el azote del viento, un rato de silencio absoluto o el
color verde.
Disfruto en compañía
de niños y mayores, haciendo crucigramas, escribiendo un relato breve y
escuchando tararear a mis hijos alguna canción de esas que les gustan.
Suelo escuchar más que hablar, no soy de dar consejos y tampoco soy buena al recibirlos. Me alegro con lo bueno que le pasa al mundo y no creo tener enemigos o personas que me odien, aquellos que se alejan de mi vida los traslado al plano de "no ser" o "no existir", pero sin rencores.
Me gusta más el día que la noche, un paseo a media tarde, escuchar a los mayores, las mañanas frescas del otoño y los tonos marrón que esa estación nos regala.
Me gustan las flores amarillas, las amapolas solitarias de los caminos, esas que pasan desapercibidas ante tantos ojos, me gustan los girasoles que no siguen al sol más que por necesidad.
Me agrada la gente independiente, desinteresada, humilde y algo caótica. No me gusta la perfección, tal vez porque no creo que exista y lo que no existe se traslada a ese plano de "no ser" o "no estar".
Me gusta la oscuridad porque me permite ver la luna y las estrellas pero prefiero el día, que me deja ver lo que se acerca.
Seguro que hay muchas cosas de éstas con las que también disfrutas y muchas que no te agradan, pero por encima de todo están el respeto y la libertad de elegir. Eso sí que es el santo absoluto de mi devoción.
Carmen Martagón ©
Suelo escuchar más que hablar, no soy de dar consejos y tampoco soy buena al recibirlos. Me alegro con lo bueno que le pasa al mundo y no creo tener enemigos o personas que me odien, aquellos que se alejan de mi vida los traslado al plano de "no ser" o "no existir", pero sin rencores.
Me gusta más el día que la noche, un paseo a media tarde, escuchar a los mayores, las mañanas frescas del otoño y los tonos marrón que esa estación nos regala.
Me gustan las flores amarillas, las amapolas solitarias de los caminos, esas que pasan desapercibidas ante tantos ojos, me gustan los girasoles que no siguen al sol más que por necesidad.
Me agrada la gente independiente, desinteresada, humilde y algo caótica. No me gusta la perfección, tal vez porque no creo que exista y lo que no existe se traslada a ese plano de "no ser" o "no estar".
Me gusta la oscuridad porque me permite ver la luna y las estrellas pero prefiero el día, que me deja ver lo que se acerca.
Seguro que hay muchas cosas de éstas con las que también disfrutas y muchas que no te agradan, pero por encima de todo están el respeto y la libertad de elegir. Eso sí que es el santo absoluto de mi devoción.
Carmen Martagón ©
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