Siento tu respirar a mis espaldas,
el dulce sonido del dormir tranquilo,
el plácido sosiego,
la calma que se asoma tras la batalla.
Los besos explotan como minas en mi cuello,
las manos trajinan sin cesar
entre los pliegues de nuestros cuerpos,
buscando donde iniciar ese ataque
que pille sin defensas a la piel.
Los susurros son apenas audibles,
como claves de morse que sólo entienden los aliados,
tú y yo, aliados en esta guerra de amor
en esta activa batalla
y la vez, enemigos en la contienda,
donde escondimos las banderas blancas.
Hacemos el amor,
hacemos la guerra
suspiramos, sentimos, luchamos, se nublan los sentidos
somos incapaces de ver más allá de la piel,
de oír más allá de los suspiros,
incapaces de hablar,
por la intensa sed del otro,
que reseca los labios,
que seca la garganta
y ahoga los suspiros.
Carmen Martagón ©
las manos trajinan sin cesar
entre los pliegues de nuestros cuerpos,
buscando donde iniciar ese ataque
que pille sin defensas a la piel.
Los susurros son apenas audibles,
como claves de morse que sólo entienden los aliados,
tú y yo, aliados en esta guerra de amor
en esta activa batalla
y la vez, enemigos en la contienda,
donde escondimos las banderas blancas.
Hacemos el amor,
hacemos la guerra
suspiramos, sentimos, luchamos, se nublan los sentidos
somos incapaces de ver más allá de la piel,
de oír más allá de los suspiros,
incapaces de hablar,
por la intensa sed del otro,
que reseca los labios,
que seca la garganta
y ahoga los suspiros.
Carmen Martagón ©
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