No voy mirando al suelo para no verlos perdidos en la nada,
he aprendido a mirar de frente los asuntos de la vida,
aún a riesgo de pisar aquello que, alguien imprudente,
deja, sin pensar,sobre la acera.
Sus colores me recuerdan las risas,
las ilusiones nuevas que pasan con los años,
cuando, empeñados en crecer,
dejamos de ser niños
y nos convertimos en náufragos de vidas sin sentido.
Su textura de papel que acaricia, invadiendo el espacio
allá donde alguien les arroja sin pensar,
me trae recuerdos de carnaval,
de carrozas inmensas por donde ebulle la risa,
donde se viste la magia
y donde vuelvo a ser niña sin más.
Su forma redonda, cuadrada, indefinida
me devuelve a los años donde todo era posible,
donde podías soñar con castillos, príncipes, dragones o anillos de compromiso,
sin que estuviera comprometida tu vida.
Nadie les mira al pasar
una vez que acaba la fiesta,
cuando termina la magia,
pero les vemos,
claro que les vemos...
Foto: Rocío Escudero ©
Carmen Martagón ©
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